El término diversidad cultural es utilizado, en
primer lugar, para designar la multiplicidad de subculturas y subpoblaciones,
de dimensiones variables, que comparten un conjunto de valores e ideas
fundamentales; también es designado para describir la cohabitación de
diferentes sistemas culturales.
En los países en vías de desarrollo, la
diversidad de las identidades culturales se convierte en argumento de
independencia, creando vínculos entre cultura y democracia, que conducirá a dar
prioridad a la promoción de expresiones culturales de las minorías, en el marco
del pluralismo cultural.
En el enfoque comercial, la diversidad cultural
garantiza el tratamiento particular de los bienes y servicios culturales con
medidas nacionales o internacionales.
Actualmente la diversidad cultural se orienta
al mejoramiento de nuestra vida en común, cuyo
principal fundamento es la aceptación de una
visión más variada del mundo.
Entonces, la diversidad cultural es y debe ser
considerada como un ente de integración y no una simple superposición de
culturas; mientras que la sociedad de la información es, ante todo, una
sociedad de saberes compartidos.
La noción de “diversidad cultural” engloba la
creación cultural de todas sus formas: modos de vida, derechos fundamentales
del ser humano, sistema de valores, tradiciones y creencias, que nos conducen a
una perspectiva más ideológica y antropológica de la cultura.
La cultura contiene elementos que pertenecen a
todos los subsistemas como: metas y valores, psicosocial, estructural y
administrativo, en virtud de que la cultura es un conjunto de rasgos distintos:
espirituales, materiales, intelectuales, morales y afectivos; la diversidad
cultural también es un sistema complejo, sin fronteras, que tiene como
principal objetivo garantizar una coexistencia armónica y una voluntad de
convivencia pacífica entre personas y grupos de orígenes culturales diversos,
que habitan un mismo espacio, así como la defensa de la diversidad creativa.
Para evitar el problema cultural, es necesario
y fundamental la participación internacional, no para lograr o generar una
cultura homogénea, sino para establecer el respeto entre ellas.
Es por eso, que el nuevo desafío de la
humanidad será adoptar nuevas formas de pensar, actuar, adoptar nuevas formas
de vivir; y además, promover vías de desarrollo diferentes, informadas por el
reconocimiento de que los factores culturales moldean la manera en que las
sociedades conciben su propio futuro y eligen los medios para alcanzarlo; debemos
orientarnos no hacia la confrontación entre culturas, sino hacia una
coexistencia fecunda y una armonía intercultural.
